El ensayo de Marcelo Casals es un esfuerzo de definición conceptual y, sobre todo, histórico del neoliberalismo. Más aun, esta definición se ofrece como un aporte en el proceso de superación del modelo económico neoliberal (o el modelo que “fue significado como neoliberal”). Es este un interesante y valioso aporte a una discusión tremendamente relevante para el debate político actual.
Para esta definición, Casals le reclama al neoliberalismo un carácter contingente y no necesario. El neoliberalismo habría nacido de decisiones concretas y situadas de la dictadura militar chilena. En este sentido, descarta otras historias del neoliberalismo que asumen su origen en el “norte global” y que ven a Chile como un “laboratorio” de esta fuerza global.
Casals afirma que, más allá del uso que se le dio al neoliberalismo antes de la dictadura chilena, sería esta la que le daría su resignificación de modelo económico que conocemos hoy. El neoliberalismo habría sido un programa de reformas mercantilizadoras, empujadas por los Chicago Boys, sin un modelo prediseñado. Sería solo a finales de los años setenta, y con la Constitución de 1980, que la dictadura le habría querido dar un carácter modélico al conjunto de medidas tomadas bajo la guía de los economistas de Chicago.
Por otro lado, el carácter modélico del neoliberalismo habría provenido de las críticas conservadoras al régimen. Sobre todo, es a partir de la obra de Mario Góngora, Ensayo sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX, que el neoliberalismo se entendería como una forma de “planificación global” equiparable a los proyectos de la UP y la DC.
El autor afirma que este recuento del neoliberalismo permite dejar en claro dos elementos. Primero, desmentir el énfasis eurocéntrico de otras historias del neoliberalismo y, segundo, dejar en claro que el neoliberalismo no fue el resultado inevitable de fuerzas extrahumanas, sino de la decisión de los militares y sus asesores civiles en la dictadura. Una decisión que no tuvo un modelo arquetípico en mente, sino que se realizó en la búsqueda de “inmunizar” a la economía de los peligros revolucionarios. El concepto de neoliberalismo habría sido resultado, no inspiración, de las medidas adoptadas por la dictadura.
La explicación de neoliberalismo presentada en el ensayo se acerca bastante a la definición dominante en la izquierda, desde que la popularizó David Harvey. Esta definición supone que el neoliberalismo es un régimen de políticas públicas, basado en el fetichismo de mercado, que se manifestaron en un proyecto político concreto de las clases altas implementado en el mundo en los setenta y tempranos ochenta.
La principal diferencia con esta definición es el énfasis puesto en el origen chileno del neoliberalismo. Para entregarle este rol protagónico de las acciones concretas de la dictadura chilena el autor relativiza la importancia de las discusiones previas que suelen tomarse tomase como antecedente del neoliberalismo (por ejemplo, los textos de Hayek y Friedman) y muestra que el carácter modélico de las medidas implementadas por la dictadura solo fue reconocido con posterioridad. En este sentido, Chile no podría haber sido el “laboratorio” donde se probaron las recetas neoliberales porque el neoliberalismo nació en Chile.
Sin negar el valor historiográfico del ensayo, propongo dos elementos de la dimensión conceptual de la definición propuesta que requerirían respuesta. El primer elemento es el cuestionamiento al carácter modélico del neoliberalismo, atribuyendo su génesis a la dictadura chilena, y el segundo es la definición de neoliberalismo como un programa de reformas impuestas desde las clases altas. Ambos aspectos, además, están ligados.
El primer elemento para considerar es el carácter modélico del neoliberalismo. No sería difícil extender un ejercicio similar al planteado por el ensayo a todos los modelos económico-sociales que suelen esgrimirse en la literatura. ¿Existía el modelo keynesiano-fordista antes de que se emplearan las medidas del Estado de bienestar de postguerra? ¿Existía el modelo de planificación centralizada de los socialismos reales antes de que se implementaran sus respectivas reformas? Más bien parece que si toma en serio el requisito de que un modelo es solo tal cuando se sabe de antemano sus contornos, ningún modelo lo sería. La historia es siempre contingente cuando se mira con suficiente granulidad, pero, a la vez, los modelos son construcciones conceptuales que, mirados en retrospectiva, nos sirven para explicar el actuar de sociedades e individuos, más allá de su contingencia. Es más, comparativamente, el neoliberalismo en Chile viene presidido por una reflexión a la vez general y detallada de medidas a ser adoptadas que le da un carácter mucho más asimilable a modelo que otros ejemplos (como los mencionados keynesiano-fordista y el de planificación centralizada).
Por otro lado, el ensayo reduce el neoliberalismo a un programa de reformas concretas. En ese sentido ¿Qué sería salir del neoliberalismo? ¿Retroceder en cada una de las reformas de la dictadura? ¿Qué ocurre si algunas de las medidas de la dictadura se morigeran y otras se mantienen? ¿Cuánta mercantilización es estar “en el neoliberalismo”? La razón por la que estas preguntas se vuelven imposibles de responder es que, si el neoliberalismo es solo un grupo de medidas concretas tomadas por la dictadura, entonces no tiene sentido hablar de la superación del neoliberalismo o de su fin. El proyecto antineoliberal sería un programa igualmente contingente y no modélico como el del neoliberalismo.
El segundo elemento es la visión del neoliberalismo como un mero programa de reformas impuesto por la elite, sin más. Poner el énfasis del neoliberalismo en la dictadura chilena permite desentenderse de la que es probablemente la pregunta más relevante del neoliberalismo: ¿Por qué el neoliberalismo no solo vence, sino que, también, en ocasiones, convence? Trasladar el foco de atención a la dictadura chilena permite obviar la pregunta de cómo es que un “programa de despojo” recibe el apoyo de los “despojados”. La clásica crítica a la visión de Harvey sobre el neoliberalismo es que descansa en un esencialismo de clase difícil de sostenerse. ¿Quiénes son estas clases altas con una capacidad de coordinación tal para generar el movimiento mundial descrito? ¿Quiénes son estas clases populares que sufrirían los embates del neoliberalismo pasivamente? Esta crítica se suele centrar en la tremenda heterogeneidad de intereses agrupados en estos dos clasificaciones. Pero, al menos, en los recuentos globales, las tesis inspiradas en Harvey se ven obligadas a explicar el surgimiento del neoliberalismo en contextos democráticos, lo que se puede obviar en este recuento de origen dictatorial.
Es más, el ensayo parece describir el estallido social chileno de 2019 como el primer paso en la superación del neoliberalismo. ¿Qué explicaría los 30 años entre el fin de la dictadura y este “despertar”? Si bien escapa el alcance del ensayo, parece implícita una especia de “falsa conciencia” que suele ser el correlato natural del esencialismo de clase.
Por eso la definición de Góngora es mucho más interesante para un proyecto antineoliberal. Concebir al neoliberalismo como una ideología que busca una “revolución desde arriba”, con la pretensión de alcanzar una utopía de la “sociedad comercial”, una especie de “planificación liberal”, permite explicar su adaptabilidad y capacidad de permear importantes sectores de la sociedad, tanto en las clases altas como las populares. El neoliberalismo se podría entender como una posición ideológica en el cruce entre utopismo de mercado y escepticismo político conservador. Este utopismo escéptico estaría anclado en la creencia de que existen fuerzas económicas que trascienden las voluntades humanas. En definitiva, buena parte del apoyo a medidas “neoliberales” proviene de individuos o sectores sociales que sinceramente consideran que estas mejorarán en última instancia el bienestar de todos. No sería puro interés de las clases altas lo que estaría tras este fenómeno, sino una visión de mundo que puede incluir a amplios sectores de la sociedad.
Luego del resultado aplastante el plebiscito constitucional, bien valdría la pena reconsiderar algunos de los supuestos del proyecto antineoliberal. No vaya a ser que el neoliberalismo, como tantas veces antes, muestre que las noticias sobre su muerte han sido prematuras.