Comentario por:
Josefina Araos
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Izquierda y Derecha en el Chile Actual
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El ensayo de Cristóbal Bellolio se pregunta por el clivaje que separa a izquierda y derecha en el Chile de hoy. La tarea es difícil, no sólo porque el eje divisorio entre ambas se puede trazar en función de múltiples criterios (que el mismo autor describe con detalle), sino también porque la distinción misma entre derecha e izquierda se ha visto tensionada en las últimas décadas. Si en los años 90 la idea de “fin de la historia” pareció volver irrelevante la oposición frente al triunfo (aparentemente) indiscutible de la democracia liberal, hoy en día la “explosión populista” hace lo suyo al presentar a izquierdas y derechas como parte de una misma clase política cuestionada. Reconociendo tal dificultad, Bellolio reivindica la vigencia del binomio que ha estructurado la política moderna e intenta identificar el clivaje en el que hoy se expresaría la disputa política en nuestro país. Por más desafección y desconfianza que se pueda acusar, para el autor derecha e izquierda siguen representando las “intuiciones y convicciones normativas” de las personas en torno a las cuales se discute y define el modo en que debemos organizar la vida en común.

La propuesta de Bellolio es la siguiente: los criterios de religión y clase que definieron el posicionamiento político durante los siglos XIX y XX han sido reemplazados por la postura frente al mercado. O para usar los términos del autor, que cita directamente a Michael Sandel, las etiquetas de izquierda y derecha se establecerían hoy día a partir de “lo que el dinero puede (o no puede) comprar”. Mientras la primera considera que un importante número de bienes y relaciones sociales deben permanecer al margen del mercado, la segunda defendería la legitimidad de la traducción de casi todas las relaciones sociales al lenguaje del dinero. Este clivaje se vuelve dominante, lógicamente, luego de consolidarse la llamada modernización capitalista emprendida por el régimen de Pinochet y continuada después por los gobiernos de la Concertación. Por lo mismo, para Bellolio se trata de la expresión política de una “convicción medular de la derecha” que se convirtió en una narrativa hegemónica. Acá reside quizás una de las propuestas más interesantes del autor: la instalación exitosa de esa convicción permitió legitimar por años que la capacidad de pago de las personas determine el acceso a los bienes y servicios fundamentales. ¿Por qué? Porque esa disponibilidad de recursos sería el reflejo del esfuerzo, mérito y talento de aquellos que han logrado mejorar sus trayectorias de vida.

Al volverse dominante este relato, triunfa también la lógica del éxito y la competencia. De lo que se trata, dice el autor, no es sólo de avanzar en la vida como resultado del propio esfuerzo, sino de que, en el camino, aventajemos al resto. El resultado inevitable, y en absoluto involuntario según Bellolio, es la estratificación socioeconómica que caracteriza al Chile de nuestros días. La legitimidad del acceso diferenciado a bienes en función del dinero (o lo que llama desde Sandel la “palconización de la vida”) asume también como justa la segregación consecuente. A juicio del autor, la posición frente a este relato instalado marcaría la línea divisoria de aguas entre la derecha y la izquierda en nuestro país, determinando los términos del debate político. Para decirlo con sus palabras: la noción de igual ciudadanía que sostiene nuestros ordenamientos políticos es defendida de lado y lado en función de aquellos ámbitos de la realidad social que deben permanecer o excluirse de la lógica del mercado.

Aunque se trata de una propuesta sugerente, la reflexión de Bellolio pareciera caer a ratos en una caracterización algo maniquea y generalizadora de la izquierda y la derecha chilenas. Al situar en la posición frente al mercado la “diferencia ideológica central” entre ambas, la primera queda como defensora de un mundo compartido que debe sostenerse en la cooperación, mientras la segunda reivindica la legitimidad de la competencia para sobrevivir en un mundo donde gana el más fuerte. El individualismo dominante en la sociedad actual sería así responsabilidad de la extensión de principios defendidos únicamente por la derecha. No pretendo acá desconocer la efectiva identificación de parte importante de la derecha chilena –o para ser más precisos, de sus versiones más influyentes– con los principios característicos de un orden neoliberal, ni tampoco de sus dificultades para reconocer las injusticias derivadas tal orden. Pero es importante reconocer también, como han señalado autores de la talla de Jean-Claude Michéa, que la izquierda no se ha quedado atrás en este proceso y ha abrazado por su parte la causa de la afirmación del individuo autónomo y soberano, el mismo que se desenvuelve con total libertad en el mercado del capitalismo salvaje pero trasladando sus premisas ahora al ámbito general de la cultura. En ese sentido, conviene recordar que la premisa de un “mundo compartido” que Bellolio asigna a la izquierda, es también patrimonio fundamental en la tradición de la derecha –o si se quiere, de sus vertientes conservadora y socialcristiana– que ha defendido el valor de la herencia y la tradición frente a la sospecha y emancipación propias del progresismo. Quizás esta dificultad de Bellolio resida en el hecho de haber escogido el ámbito económico como la base exclusiva de su hipótesis, dejando fuera otras instancias relevantes que permitirían percibir con mayor justicia y complejidad los principios defendidos por las distintas corrientes políticas que analiza.

Para precisar más la crítica a la tesis de Bellolio quizás convendría señalar que el problema no reside tanto en el clivaje que identifica, como en el protagonismo que le asigna. La discusión sobre educación en Chile, para usar su mismo ejemplo, no se redujo exclusivamente a la legitimidad de la presencia del mercado en su distribución, sino también al cuestionamiento de la propuesta que se elevó en su reemplazo. Al régimen de mercado se opuso un régimen de lo público en el que se asignó al Estado el papel de garante único del reconocimiento de la igual ciudadanía, sin hacerse cargo de las evidentes implicancias problemáticas que puede tener la intromisión estatal. En ese sentido, la posición de la derecha no es sólo una defensa irrestricta del mercado, sino también la de una mirada muy atenta a los riesgos que supone la actividad del Estado. Al mismo tiempo, la defensa del copago o el financiamiento compartido no ha sido patrimonio exclusivo de la derecha chilena, y las razones para apoyar esa agenda están lejos de remitir únicamente a la legitimidad de la competencia o de la lógica del mercado. De hecho, la misma Concertación apeló a argumentos de justicia social para sostener la denominada mercantilización de la educación que fue cuestionada por el movimiento estudiantil el año 2011.

La caracterización de derecha e izquierda ofrecida por Bellolio impide también preguntarse por otras motivaciones detrás de la narrativa dominante que, a mi juicio, bien ha identificado el autor en el Chile de hoy. La fuerza que tienen el mérito y el esfuerzo tiene sin duda implicancias problemáticas a la hora de dar cuenta de las determinaciones sociales que afectan fuertemente las distintas trayectorias de las personas. Sin embargo, resulta fundamental preguntarse también si en ese mismo relato hay algo más que la defensa de los términos de un mundo salvajemente exitista y competitivo en el que gana el más fuerte. Si se trata de una narrativa hegemónica, no es resultado únicamente de los grupos políticos que la han enarbolado, sino también de la agencia de quienes se sienten representados por ella. En ese sentido, vale la pena plantear al menos la pregunta de si acaso en la afirmación de la libertad que el autor atribuye a la derecha no hay también el reconocimiento de un ámbito de indisponibilidad, de agencia irreductible que rechaza el intervencionismo radical del que el Estado moderno dio importantes ejemplos en el siglo XX. Es importante reconocer, sin embargo, que esta pregunta no es sólo un desafío para el autor, sino también para la misma derecha, cuya expresión política dominante en los últimos años ha mostrado serias dificultades para dar cuenta de esas valoraciones. Dicho de otro modo, si Bellolio identifica a la derecha chilena con la defensa de lo que el dinero puede comprar se debe en gran medida al hecho de que así se ha comprendido y se ha mostrado al mundo ese sector político. Por lo mismo, recordar que en su identidad residen otros principios fundamentales puede ayudar a enriquecer el papel que ese lado de la díada central para la política moderna está llamada a cumplir.