En su interesante artículo, Cristóbal Bellolio identifica lo que, a su entender, son los “sentidos posibles” de las categorías de izquierda y derecha. Una visión alude a la contraposición de socialismos reales y sociedades capitalistas occidentales. Otra, que nos remite a los orígenes históricos de este eje ideológico, identifica una derecha que resguarda la estabilidad y defiende el estatus quo versus una izquierda que embandera el cambio. Una tercera mirada equipara el eje izquierda-derecha al liberal-conservador. Por último, habría otra aproximación de carácter relacional, que sugiere que los rótulos de izquierda y derecha cobran sentido en virtud de las posiciones a las que adscriben los demás actores que habitan el sistema político. Posteriormente, habiendo interpelado las interpretaciones anteriores, Bellolio procura abordar el terreno empírico. Su tesis central es que en Chile, el eje izquierda-derecha alude a la forma en que cada quién responde “la pregunta sobre lo que el dinero puede (o no puede) comprar”, lo que más precisamente refiere a “los límites morales del mercado”.
En lo que sigue presentaré una mirada diferente, aunque por momentos complementaria, a la de Bellolio, según la cual la principal diferencia entre la izquierda y la derecha está vinculada a la forma en que ambas conciben la (des)igualdad. Sostengo, además, que el trabajo de Bellolio omite buena parte de la discusión conceptual sobre la que se basan los análisis empíricos del eje izquierda-derecha en la literatura comparativa contemporánea. Esa literatura, a mi entender, ofrece aproximaciones pertinentes y más adecuadas para orientar el análisis empírico.
En ese sentido, Luna y Rovira Kaltwasser (2014), destacan tres tipos de definiciones que merece la pena mencionar. En primer lugar, algunas definiciones enfatizan las posiciones políticas de los líderes y los partidos. Según esta visión, en América Latina, el principal criterio diferenciador que distingue a la izquierda de la derecha tiene que ver con la posición que ambas adoptan respecto del continuo Estado-mercado. Otras visiones de carácter sociológico, como la influyente aproximación de Gibson (1992 y 1996), subrayan la necesidad de identificar las bases de apoyo electoral de los partidos (core constituencies), que en el caso de los partidos de derecha latinoamericanos corresponderían a las clases altas y, en ocasiones, a los sectores rurales empobrecidos. La izquierda, por el contrario, cuenta con el apoyo de los sectores populares y urbanos. A estas visiones, en mi opinión, habría que sumar aquellas que asocian a los partidos de derecha con los sectores empresariales y tecnocráticos, comúnmente aglutinados en torno a think-tanks (Alenda 2016, Borón 1992).
Un tercer tipo de definiciones de carácter ideológico, ancladas en la clásica conceptualización de Norberto Bobbio (1994), son tal vez las más profusamente utilizadas por la política comparada contemporánea. En este tipo de visiones, la diferencia central entre la izquierda y la derecha radica en la forma en la que ambas se aproximan a la desigualdad. Así, la derecha considera que las desigualdades son naturales y difíciles de remover, mientras que la izquierda procura reducir y/o eliminar las desigualdades existentes (Luna y Rovira Kaltwasser 2014). Algunas definiciones ideológicas, también enfatizan, como bien indica Bellolio, que la derecha promueve el mantenimiento del estatus quo y de los valores tradicionales.
El punto central, tal como sostiene Bobbio (1994), es que “la distinción entre izquierda y derecha corresponde principalmente a la diferencia entre igualitarismo y desigualitarismo, y, finalmente se reduce a una percepción diferente acerca de lo que hace a los seres humanos iguales y lo que los hace desiguales” (69, original en inglés).
Las conceptualizaciones contemporáneas suelen definir la igualdad como un principio distributivo, aplicado a la asignación de servicios y beneficios, que procura alcanzar una división que sea considerada como justa (Lister 2002). Así, para promover la igualdad y reducir las desigualdades, la izquierda va a ser proclive a favorecer algún tipo de intervención estatal. En contraste, dado que la derecha considera a las desigualdades como naturales y de difícil erradicación, estimará que el Estado debiese abstenerse de intervenir para reducirlas (Bobbio 1994: 67). En resumen, la derecha tenderá a preservar el estatus quo y a evitar intervenir para reducir las desigualdades, mientras que la izquierda procurará que el Estado adopte distintos tipos de políticas y estrategias para promover la equidad, reducir las desigualdades y, por ende, alterar el estatus quo distributivo.
Aquí yace, a mi entender, un componente central y de toda pertinencia para un análisis empírico del caso chileno. Si tomamos en serio la conceptualización de Bobbio, lo que parece estar en juego en Chile es, por un lado, la defensa del legado del “modelo” socioeconómico e institucional heredado del gobierno de Pinochet, y por el otro un fuerte cuestionamiento a este modelo, que se traduce en un conjunto de demandas para alterar el estatus quo y adoptar políticas que reduzcan las desigualdades.
En ese sentido, desde la llamada “revolución pingüina” de 2006, asistimos a un marcado proceso de (re)politización de las desigualdades a partir del cual distintos actores de izquierda procuran producir transformaciones para reducir distintos tipos de inequidades, entre las que destacan aquellas de carácter socioeconómico, de género, étnicas y territoriales. El problema es que estos actores se enfrentan con una institucionalidad rígida, diseñada precisamente para perpetuar el estatus quo y no para procesar transformaciones. Ante este escenario, los/as promotores/as del cambio, se vuelcan a las calles para visibilizar sus agendas y presionar por reformas que acojan sus demandas (Castiglioni y Rovira 2016).
Del otro lado, la izquierda movilizada se enfrenta con quienes pretenden salvaguardar un modelo socioeconómico e institucional que consideran sólido y apropiado, unas reglas constitucionales que promueven la estabilidad y desalientan la polarización y un Estado centrado en la fiscalización y no en la adopción de instrumentos e intervenciones directas que alteren el estatus quo.
La tensión entre ambas visiones sobre la (des)igualdad se ha hecho cada vez más evidente en Chile, en la medida en que diversos actores decidieron (re)politizarla. La desigualdad ha estado siempre ahí, pero su (re)politización ha sido reciente y se ha convertido, progresivamente, en un importante reto al sistema político. El desafío, entonces, radica en ser capaces de albergar estas tensiones sin que produzcan una crisis política de desenlace incierto.
Referencias
Alenda, Stéphanie. «Derechas del siglo XXI: marco analítico para comprender su reconfiguración a partir del caso chileno.» Paraná Eleitoral, 4/2 (2016): 169-187.
Bobbio, Norberto. Left and Right: The Significance of a Political Distinction. Chicago: Chicago University Press, 1994.
Borón, Atilio. «Becaming Democrats? Some Skeptical Considerations on the Right in Latin America.» En The Right and Democracy in Latin America, de Douglas Chalmers, María do Carmo Campello de Souza y Atilio Boron. New York: Praeger, 1992.
Castiglioni, Rossana y Cristóbal Rovira Kaltwasser. «Introduction. Challenges to Political Representation in Contemporary Chile.» Journal of Politics in Latin America, 8/3 (2016): 3-24.
Gibson, Edward L. Class and Conservative Parties: Argentina in Comparative Perspective. Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1996.
Gibson, Edward L. «Conservative Electoral Movements and Democratic Politics: Core Constituencies, Coalition-Building, and the Latin American Electoral Right.» En The Right and Democracy in Latin America, de Douglas A. Chalmers, Maria do Carmo Campello de Souza y Atilio Borón, 13-42. New York: Praeger, 1992.
Lister, Ruth. «The Dilemmas of Pendulum Politics: Balancing Paid Work, Care and Citizenship.» Economy and Society 31, nº 4 (2002): 520-532.
Luna, Juan Pablo, and Cristóbal Rovira Kaltwasser. The Resilience of the Latin American Right. Baltimore: Johns Hopkins University Press, 2014.