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Claudio Sapelli
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¿Por qué aumenta la sensación de injusticia en Chile?
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¿Hay un conflicto entre los datos que muestran que la desigualdad está decreciendo y una sensación de mayor injusticia? ¿Hay conflicto entre la realidad y las sensaciones? Son preguntas de difícil respuesta. Pero cualquiera sea la respuesta, y yo ensayaré más de una, lo cierto es que la realidad es que la desigualdad en Chile está disminuyendo, y si se mide por generaciones, está disminuyendo muy marcadamente.

¿Cómo hace uno para entender este aparente conflicto? Una explicación posible es: sí, objetivamente la desigualdad ha disminuido pero eso ha tenido como consecuencia inesperada (pero quizás entendible) un aumento en la sensación de injusticia. O sea, en términos de tendencia la desigualdad ha disminuido pero el pertenecer a cohortes más homogéneas, más horizontales ha, de alguna manera, llevado a una menor tolerancia de la desigualdad remanente. Por ejemplo, una menor tolerancia por la verticalidad del trato, característica secular de la sociedad chilena.

Creo que otra explicación factible (quizás complementaria) es que los analistas y los políticos le han fallado a la sociedad chilena al no aceptar que la desigualdad objetiva ha caído, insistiéndoles que persiste un problema grave e insoluble en ese respecto. Eso ha llevado a que las personas se encuentren en un mundo en que sus vivencias les indican que ellos (y sus más cercanos) están bien, pero los analistas les dicen que en esa la sociedad hay problemas de desigualdad de primer orden. O sea, no responden esto último por experiencia propia, sino por supuestas experiencias transmitidas por los líderes de opinión; contestan contrastando su bienestar personal con injusticias que le son reportadas, y no que ellos experimentan.

Finalmente, está la posible explicación de que es la sensación de injusticia lo único que importa y que sea lo que sea que haya pasado con la desigualdad de ingresos medida, ello no importa. Y no importa porque no ha influido en una disminución de dicha sensación. Esto nos acerca peligrosamente al mundo del truthiness en que los números no importan y solo importan las sensaciones. Está el ejemplo patente de Trump diciendo que el crimen ha aumentado dramáticamente en EEUU mientras los números muestran que no ha sido así. A eso él contesta: no le creo a los números, le creo a lo que mis votantes me están sintiendo y diciendo. Es una avenida muy peligrosa.

 

La Realidad

Observar que en las tres hipótesis que he resumido, en todas se acepta que en la realidad la desigualdad ha disminuido. Esto es lo que yo, como cientista social puedo afirmar sin duda alguna. La realidad es que hace años que la desigualdad de ingresos está disminuyendo, de hecho viene disminuyendo desde hace décadas. Mi investigación, que se basa en la desigualdad por generaciones así lo muestra; mi libro, cuya primera edición tiene 6 años, y su segunda, unos meses, lo documenta (Chile ¿Más Equitativo? Ediciones UC, 2011, 2016).

Si uno mira el tema por generaciones, la desigualdad hace décadas que viene mejorando y el índice de Gini ha mejorado en más de 20 puntos, lo que es una mejora muy sustancial (y que pondría a Chile en una trayectoria, de continuar las actuales tendencias, hacia un Gini similar al del Reino Unido).

Una ventaja de este enfoque de generaciones es que permite ver hasta qué punto ésta es una tendencia estructural, que tiene en su centro generaciones más jóvenes con más y mejor educación, más horizontales (menos verticales) en una multiplicidad de aspectos.

Pero aparte de esta marcada mejora en la desigualdad dentro de las generaciones, se puede observar a nivel de indicadores más tradicionales de desigualdad una mejora importante: la desigualdad a nivel de toda la población ha mejorado desde el año 2000 al 2015 (¡15 años!). El Gini ha caído en más de 7 puntos (Desde 54,9 a 47,6 según datos de la encuesta CASEN reportados en el informe del PNUD).

Es cierto que su nivel aún es alto, pero este no es un tema que se va a resolver de un día para otro, y la única manera de que el nivel mejore es una baja sostenida, justamente como la que estamos observando.

 

Sensaciones y Realidades

Mientras los datos indican que los cambios hechos en la política pública ya han logrado enmendar el problema y que la tendencia es a una mejora importante en la desigualdad, se argumenta (entre otros en el reciente libro del PNUD) que permanecen en la sociedad desigualdades de trato repudiables. Para algunos, queda la “sensación” que el problema todavía está ahí.

Me parece que una sociedad más rica, más educada, con una clase media más grande y más consolidada, está demandando más del Estado, y a su vez está encontrando inaceptables costumbres de trato tradicionales. Como bien dice Frei, a través de “la consolidación de un principio de dignidad, las personas esperan que más allá de las diferencias de ingresos, exista una igualdad de trato” (p. 7).

No tengo dudas que es cierto que en Chile permanecen, en particular entre sus generaciones mayores, costumbres de trato “verticales” que a un uruguayo como yo (proveniente de una sociedad históricamente más horizontal) le chocan y que lamentablemente a algunas generaciones (mayores) de chilenos pueden parecerles aceptables. Por trato “vertical” me refiero a situaciones en las cuales se plantea una relación de más a menos, por el mero nivel socioeconómico de las partes.

Pero acá también importa el tema de las generaciones. No es de esperar que personas de 50 o 60 años ahora vayan a cambiar de conducta. Más bien hay que esperar que las nuevas generaciones, que viven en un país más horizontal, que tienen una relación más horizontal con sus pares, descarten de plano estas costumbres de trato. O sea, para resolver todos estos problemas, tanto la desigualdad como los problemas derivados de ella, hay que persistir en el camino iniciado hace décadas, que ya ha significado mejoras significativas.

 

Sensaciones, Realidades y líderes de opinión

Como lamentablemente los hechos objetivos (las realidades que se miden con indicadores abstractos, difíciles de entender) no cambian en nada las opiniones (basadas en sensaciones), son los “líderes de opinión” quienes deben, a través de su discurso, producir cambios en la percepción. No seguir el discurso fácil, políticamente correcto, sino aceptar la realidad compleja que significa estar en un país con una transición de una sociedad vertical a una más horizontal. En ello radica el desafío.

Es a nivel de decisiones de política que sí importa reconocer cual es la realidad respecto de los indicadores. A la persona de todos los días nada le cambia si el Gini es uno u otro, de la misma manera que nada le cambia si la tierra es redonda o plana. Pero sería demencial que los líderes de opinión se dejaran llevar por la “sensación” de que es plana, o por la sensación que no ha habido progreso en el tema desigualdad.

 

Aspectos específicos del ensayo de Frei

Frei le dedica algún espacio a minimizar el progreso en la desigualdad de ingresos de acuerdo al Gini. Entre sus argumentos está especular que dicha disminución podría ser temporal. Lo hace mediante dos argumentos: en primer lugar, porque la desigualdad de ingresos también ha caído en otros países (y entonces eso sería atribuible al superciclo de los precios de los commodities, que ya se ha revertido); o en segundo lugar, porque en la historia de Chile siempre que la desigualdad ha caído, ha terminado por aumentar. Pero todo ello es bien poco convincente. Justamente mi libro demuestra que esta tendencia tiene fuertes fundamentos estructurales y no se trata de un evento coyuntural. Claramente la sociedad chilena hoy ha hecho muchas cosas bien y antes no era así.

A su vez, para fundamentar su apreciación de que aumentó la sensación de injusticia, provee varios argumentos, uno de ellos en relación a un estudio etnográfico. Al respecto me importa resaltar que lo que hace dicho estudio es documentar la existencia de prácticas de trato verticales, no documenta que hayan empeorado. Por ello es que es factible que las prácticas hayan disminuido pero se hayan vuelto inaceptables. Las injusticias (menos acceso a la educación, menos acceso a la salud o menos respeto), que antes eran toleradas, hoy no lo son.

 

Política pública

La principal política a desarrollar para disminuir la desigualdad a futuro es la educación preescolar de calidad. Es lamentable que en el tema de la educación la política pública en Chile no haya tomado los avances más recientes de la ciencia. Ellos llevan a pensar que para evitar que la experiencia de pobreza temprana deje cicatrices permanentes la intervención temprana y de calidad es clave. La prioridad educativa de Chile debiera ser la provisión de educación pre-básica de calidad, cosa que ha estado muy lejos de ser la prioridad educativa del presente gobierno.

 

Conclusión

En resumen, hay varias explicaciones posibles de por qué son compatibles una realidad en que la desigualdad mejora y una sensación de mayor injusticia. Pero ese puzzle en ningún momento debe llevar a sugerir o a pensar que la caída en la desigualdad de ingresos es menos real y que dicho logro es menos importante.