Comentario por:
Manuel Canales
Reacción al foro
Juventudes, Violencia y Política: Ventana de un Perfil Generacional
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Nota introductoria

Uso dos de la  distinciones o perspectivas propuestas en el texto como ventanas al hablar o discurso social del asunto; me refiero (1) al efecto “condensación” o “espiral centrípeta”, y (2) al efecto de lo insondable y “ lo inconmensurable” entre la política y la institucionalidad y las corrientes sociales .

Lo hago proponiendo al lector una conversación a tres voces: la del texto, la del habla social y la mía.  En cada entrada, reseño el criterio del texto que se invoca y expongo fragmentos de habla de grupos de discusión y mis notas.

 

I

El lugar de la fuerza y las violencias en la fusión/unión que aparece estallando. Misterio mayor hasta el momento: el torbellino.

(el efecto de condensación viral-metonímico, espiral centrípeta; ¿Hasta dónde la violencia se legitima por ese carácter proliferativo de aquello que se impugna, vale decir, emula el encadenamiento de significantes que impugna, colocando, como signos contiguos, la manifestación, la consigna, la pintada, la barricada, la primera línea, la quema y el sabotaje?)

Todo comienza en un exceso de fuerzas sobre los signos. Octubre envuelve al sujeto como un todo, a todos, por todos lados.

El sujeto queda perplejo y sobrecogido por el arrastre de los acontecimientos, por los hechos de la fuerza que anda libre por la ciudad.

Pudiera decirse que lo que aislamos como violencia, viene envuelto sin corte en la cadena emocional/referencial  que fusiona todo –hace un todo de fragmentos, elementos, variedades des conexas, desconocidas. La violencia viene dentro de,  mediada por,  la aparición  en torbellino de una presencia, un ser social ante si mismo. Hacen hilo y tejen la marcha y la movilización institucional con el desborde de energía que comienza a conectar, remeciendo, todo y a todos.  Todos los abusos son el mismo, y todas las formas de aparición reinvidicante sirven si conducen la unidad fascinante del momento.

Acaso era tan intensa la dispersión como lo fue, energética-emocionalmente,  llegar a encontrarse. El vacío social, ese gran logro neoliberal, se llenó de pronto por desborde y ese derramarse de la sociedad hacia sí misma, hacia sus centros perdidos, arrastraba a todos los que estaban colgando de sus soledades neoliberales; masa atomizada que deviene en masa polarizada, molar por ello: compacta y cuantiosa, sin más estructura que su número y el caminar unos tras otros, y cualquier modo que sirva de seña de la unidad nueva.

En esa unidad apareciente venía la  seña agresiva; no era defensa, sino un ir adelante y su estela y mística de lucha. La agresividad  a la que se alude se  nombra en toda la ambivalencia del caso: no condena, ni elogio, sino integración sin roce en el relato de un torbellino en que todo gira sobre si mismo, unificándose.

Acaso sea en la experiencia subjetiva del desborde de presencias, fuerzas, violencias, donde se haga la homologación universal y la masa se encuentre a si misma –y halle su forma, se halle firme,  con todos sus componentes.

La marcha es marca y es espejo: fue el primer paso y también la primera vez en que se vieron los del pueblo re-unidos. Marcando presencia presencian –ellos y todos los demás- su imagen de masa inmensa.  En octubre todo es fuerza, en el sentido que la pensó Durkheim: esas superiores de los dioses, la unidad-grupo y su poder contrastante con las impotencias de los individuos  en su cotidiana privacidad. Apareció una fuerza superior. El individuo se reconoció, menor y pequeño, pero parte de un ser social poderoso, “tremendo”, lo más grande, para mejor contraste con esa pequeñez así asumida, con goce y hasta requiebro.

El propio movimiento generaba su reproducción, como por una inercia social que lo ratificaba –si duraba tanto, si entre tantos y en tantas  partes: ¿quién pudiera dudar de su densidad de sentido? Misma auto-evidencia de las experiencias de conversión por ejemplo religiosa. Nadie pudo, de hecho. Su fuerza era de presencia, y la presencia fue un acto de fuerza.

 

Yo no lo imaginé,

se unió de punta a punta, de polo a polo.

O sea, se movió todo, todo Chile, todo Chile.

Es increíble, estaba en todos lados, Facebook Instagram, y era como… era todo tan agresivo en Santiago, era mucha gente que se movía, fue como un movimiento increíble. Nunca me imaginé que iba a pasar esto

M: Yo me impresioné, ahí mismo en la plaza, con la cantidad de gente.

M: Sí. De esto, tan masivo, que dure tanto tiempo, que sea algo a nivel país.

H: fue cuático.

M: a mí me dio, yo estaba con el pecho apretado y después de un rato ya yo dejaba el celular en modo avión y veía series, estaba con mi hija.

 

II.

¿Ahora sí se oye, padre?

( “o el creciente aislamiento entre lo político y lo social pone la violencia no sólo en el lugar del puente (como recurso último para politizar lo social), sino también como síntoma de la inconmensurabilidad. Es una generación que primero vive con indolencia, pero luego con impaciencia, la distancia de la política representativa y deliberativa respecto de sus propias aspiraciones y frustraciones, y que hoy condensa esa brecha como ninguna otra generación.”)

Lo insondable es el absoluto del silencio, la cara fija, inmutada del amo cuando la queja o la denuncia fue institucional o pacífica. Es lo inexpugnable, al interés popular,  de la malla de palabras y normas y secretarías y representantes: por ahí no se cuela un susurro de los de abajo. No escuchan a los que hablan, lo que dicen,  desde abajo: las palabras entonces no les sirven y acaso solo son las ataduras que retenían, a fuerza de códigos sostenidos por los mismos retenidos, al elefante encadenado.

Si la historia es escuela, este sería un caso. Así lo sistematizan, racionalizando su aceptación de la fuerza en la lucha social, como quien saca lecciones irrefutables de la vida. De lo vivido, como biografías de un mismo cuerpo social,  ya sacaron ley: por la forma institucional no resultan sus demandas. No hay auditorio para esas voces. Dentro de los ductos de la realidad solo cabe más realidad, y su queja, su deuda, su faltante, ese no puede siquiera ser enunciado, visto, escuchado. Es el cierre sobre sí misma de la realidad -tan logrado por la despolitización efectiva, y en un imaginario sociológico de disolución de la sociedad y sus conflictos estructurales-, la positivización alucinante que alcanza el modelo chileno, con su economía, su ciencia social, su publicidad, sus medios de comunicación de masas, todos alineados en  un relato coherente y potente. Eso era el poder fáctico. La negatividad así nunca pudo siquiera ser reconocida. Acumulada apareció como se anunció: cobrando con propios métodos.

Y resultó, ese el aprendizaje La sonda traspasó lo insondable: como nunca, los dirigentes concurrieron a la cita, se explicaron, ofrecieron disculpas, arrepentimientos y bonificaron con un desprendimiento desconocido.

La escucha es respuesta: por primera vez vieron al amo temeroso y en crisis de certidumbres. El miedo de arriba era olor desconocido, quizás de olvido. El caso es que pudo sentirse como una de las evidencia mayores de Octubre.

El poder se movió. Y saben que aquello tuvo que ver con la fuerza unida, en todas sus formas, del movimiento. Lo hicieron moverse, y al ritmo de calle. La conversación sobre la violencia se carga del descubrimiento de un poder de contestación o de revuelta incontenible. Descubren el poder de su masa: la masa de su negatividad es suficiente para la desestabilización del cotidiano. Que la voz de esa fusión, esa unidad, re-unidad, popular, es más fuerte que el propio gobierno.

 

Pero yo digo ¿y de qué otro modo podemos cambiar?

Entonces uno se da cuenta, en realidad, que, en este país, por lo menos, el camino a lograr las cosas, es ese; porque, o si no, no te escuchan.

Yo tampoco estoy de acuerdo con todo esto de los saqueos por ejemplo, pero la forma pacífica no resulta. Es triste, pero no los van a escuchar de otro modo.

no, “ellos destruyen no sé qué” , bla bla bla, pero cuantos años, décadas la gente se manifestó en forma pacífica y nada, entonces .. chao, era la manera de hacerlo no más.

pacíficamente ..consiguieron nada. Y estos niños, -digo yo, que dejaron la escoba, están consiguiendo cosas que otros no.

… Poco menos que, hubo que hacer la pataleta, para que pudieran escuchar, porque ellos, con los canales formales, nunca resultó.

 

¿te imaginas? lo hizo en una semana. Es tanta la presión que recibió, que se movió y lo hizo.

en una semana subió el sueldo a 49 mil pesos, en una semana, subió la pensión 20 mil pesos. O sea, puede. Pero qué pasó, tuvo que sentir tanta presión del pueblo, que lo hizo, en una semana lo hizo…

 

Ellos reaccionaron por miedo

Exacto.

No reaccionaron por…

Por cordura, o porque vamos a escuchar a la gente. No.

 

Sí, hay que seguir luchando. El pueblo unido, tiene mucho más poder que el gobierno. La voz del pueblo, tiene más poder.

Y ahora se ve, que estamos unidos, miles unidos. De todas las regiones, de todos los rincones de Chile se unió. 

 

Coda final.

Todo indica que el aplacamiento emocional por el covid enfríe notablemente, no completamente,  el componente agresivo del movimiento; en cambio, es posible que el componente de tolerancia a formas socio-destructivas pueda permanecer como recurso de presión para los cambios que se demandan.

Parece evidente que solo una re-legitimación de la institucionalidad democrática como espacio de re-presentación, discusión y lucha política de intereses sociales puede desdecir y contener las razones expuestas.

Lo anterior es lo que falta:  pasa por una refundación de la política y su des-anclaje del esquema neoliberal en que viene armada desde fines de los 70’ y ratificada con autoelogio en los 90’ y dos mil. Política necesaria para gobernar caminos históricos, de construcción de sociedad.

Creo en la energía de la construcción de una nueva sociedad como el modo para contener la energía destructiva que supura el abuso como el que hay, por siglos, como modo base, en esta sociedad a la que se agrede. Esperanza popular contiene rabia popular. No conozco otro modo.