La belleza del camino recorrido por la Teología de la Liberación
La síntesis de Jorge Costadoat s.j. está muy lograda. No es fácil resumir en pocas líneas una aventura teológica tan fecunda y compleja, como es la Teología de la Liberación (TL). Obviamente no se pueden abarcar todos los tópicos y dar cuenta de todos los procesos que este desarrollo teológico nos ha regalado y nos regala en América Latina y en el conjunto de la Iglesia universal. En lo personal creo que el gran aporte de la TL es la posibilidad de hacer teología desde los pobres. Son muchos lo/as testigos que han llevado adelante esta tarea con enorme belleza y entrega. Jorge nombra a varios de ellos.
Más que esbozar una crítica me gustaría ampliar perspectivas de diálogo. Cuando los hijos y nietos van llegando a la madurez suelen ser a la vez herederos y críticos de sus padres y abuelos. En este sentido urge un diálogo fraterno teniendo en cuenta que estamos en momentos culturales y teológicos diferentes. La exigencia y belleza de este ejercicio de diálogo muestra que nuestra teología latinoamericana se va haciendo cargo de una realidad cada vez más compleja y por lo tanto sigue siendo una teología en camino.
Quiero abrir estas perspectivas a partir de algunas reflexiones de la columna principal del debate.
En un primer aspecto, la columna nos muestra que la TL centró su reflexión y crítica en los sufrimientos producidos por los abusos del sistema social y económico. Tengo la impresión que la denuncia del sistema capitalista/neo-liberal no fue suficiente por parte de la TL. Los pobres de América Latina no sólo sufrieron y sufren las consecuencias del sistema sino que han acomodado sus estilos de vida a sus perversas lógicas de consumo, materialismo e individualismo. Por muchos motivos, el discurso de la TL no tuvo la incidencia en el sistema social y económico que se esperaba. Los paradigmas del sistema neoliberal se han transformado en arquetipos que rigen el comportamiento de la sociedad actual en su conjunto. ¿A qué se debe que las clases populares latinoamericanas fueron más acogedoras de las propuestas neoliberales que liberacionistas?
En este último punto hay que asumir que la TL no logró consolidar una propuesta de modelo alternativo con posibilidades concretas de realización. En parte porque el diálogo de la TL con las otras ciencias (indispensables para “comprender la realidad histórico-cultural en la que ocurre esa praxis”) se produjo en el plano de la comprensión de la realidad (método ver-juzgar-actuar) pero no en el plano concreto de su materialización. El diálogo recayó más en lo hermenéutico que en lo práctico y esto se debe a que hubo una dificultad a la hora de poner en relación las categorías teológicas, con las instituciones capaces de realizar esos ideales, que buscaban concretar un proyecto histórico alternativo.
En un segundo aspecto, tengo la impresión que las nuevas generaciones estamos asumiendo los costos de una propuesta teológica excesivamente eclesio-céntrica. Sería injusto decir que este diálogo con la cultura ha sido inexistente. Sabemos que la misma TL centró su reflexión en distintos ámbitos de la vida social, como la esfera socio-política o la esfera religiosa-devocional, pero este auto-centramiento impidió un diálogo con la cultura en todos sus niveles, lo que provocó que de alguna manera hoy hemos “quedado fuera” de ciertos temas actuales. La expresión de este “ahogo eclesiológico” se manifiesta en el hecho que los nuevos ensayos y relatos políticos casi no tengan en cuenta el sustrato cristiano, que sí lo tuvieron en cuenta en las décadas pasadas. Obviamente esto responde a un proceso más global y complejo, pero fue un ámbito donde como teología latinoamericana quedamos cortos. En esta misma línea, cuesta encontrar desarrollos de nuestra teología en diálogo con el arte, la poesía o literatura latinoamericana. Da la impresión que nuestras esferas de diálogo fueron muy ensimismadas.
En un tercer aspecto se reconoce que hay asuntos pendientes en la TL, que son centrales para comprender la fe. Jorge señala y explica muy bien lo relativo a la revelación. Creo que habría que agregar a la escatología (reflexión teológica que recae sobre las “realidades últimas). Tengo la impresión que la TL tuvo un déficit de reflexión a nivel escatológico y esto se manifiesta en que si bien fue capaz de reconocer con lucidez el “pecado estructural” que afecta a la vida de los pobres, no desarrolló con la misma fuerza un reconocimiento de las “estructuras de salvación” o espacios de “escatología presente” en la vida de ese pueblo. Este déficit de escatología rompió a muchos por el camino y dejó en un lugar secundario la dimensión gratuita y celebrativa. Esto se plasmó también a nivel litúrgico, donde primó la memoria passionis por sobre la memoria Dei. Hubo más fuerza en la lucha y el compromiso que en la alegría de la victoria de la resurrección.
A modo de conclusión. Estos ámbitos planteados sólo son sendas por donde podemos seguir buscando y profundizando. No podemos negar que las teologías emergentes, que la columna principal presenta y que han encontrado su tronco común en la teología de la liberación, son una riqueza y esperanza enorme para la vida de la Iglesia. También concuerdo que la irrupción del Papa Francisco nos sitúa en otra etapa. Cuántos testigos de la TL, perseguidos por sus ideas, estarían felices de ver como la proclamación de la opción preferencial por los pobres se constituye como opción de toda la Iglesia.
Francisco no sólo es un reconocimiento al camino recorrido sino un desafío para los nuevos tiempos, donde se buscar acoger desde la opción por los pobres los nuevos lenguajes y sensibilidades de las actuales generaciones. A mi parecer el magisterio social de Francisco constituye la mejor síntesis entre las distintas sensibilidades de la TL. En él se encuentran la vertiente social/política con la vertiente religiosa/popular desarrollada especialmente en Argentina, con la “teología del pueblo”. No podemos desaprovechar esta oportunidad.
La belleza del camino recorrido es que nunca ha tenido la pretensión de decirlo todo y para siempre. El mejor testimonio y lenguaje de la TL son sus testigos y mártires. Y ellos siguen hablando. Aún falta mucho por buscar, amar, sufrir y decir. Espero que las nuevas generaciones podamos asumir los desafíos del presente con la modestia de lo provisional y con la memoria fresca de nuestros padres y abuelos, en este bellísimo camino que han abierto.