Comentario por:
Jorge Fábrega
Reacción al foro
Feminismo y Políticas Públicas
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En un bien articulado documento, Walker plantea que a las políticas públicas y, en particular, a las leyes les atañe un rol “canalizador” del movimiento feminista. Su reflexión recorre varios temas: aborto, salas cunas, acoso sexual, leyes de cuotas, entre otros. No sería posible en este breve comentario dar cuenta acabada de mi reacción respecto de cada una de esas propuestas. No obstante, Walker indica que cada una de ellas responde a un marco teórico común y entrega un bosquejo de dicho marco, por ende, me parece adecuado focalizar mi comentario en torno a la consistencia o no entre dicho marco y sus propuestas.

El marco teórico consistiría en limitaciones del liberalismo que obligan a su revisión. Son dos los planteamientos fundamentales. Crítica 1: la división entre espacio público y privado ha dejado fuera de lo político lo etiquetado como privado y ello ha afectado principalmente a las mujeres que históricamente han quedado relegadas a los espacios privados. Crítica 2: el concepto de autonomía que subyace a la idea liberal de contrato social ha asumido que los sujetos que se vinculan son independientes (o autónomos) dejando acríticamente afuera de la reflexión política que no son sólo esos sujetos los que se vinculan sino ellos y muchos otros que no son autónomos (tales como los enfermos y los infantes). En suma, la corriente principal de filosofía política se basa en supuestos que dejan afuera del debate político parte importante de los temas que nos vinculan (por tratárselos como privados) y parte importante de las relaciones de dependencia que nos vinculan. En ambas omisiones se genera una carga asimétrica en las personas en virtud de su género lo que en último término es injusto.

Éstas son críticas sólidas al liberalismo político. No obstante, tengo dudas que los ejemplos específicos que plantea Walker sean consecuencias necesarias a las que habría que llegar a partir de esas críticas. Por el contrario, me parece que ellas sólo abren posibilidades o, si se prefiere, eliminan “certezas” desde las cuales se construyeron instituciones del pasado.

Pensemos por ejemplo en el caso, a mi juicio, más difícil de cuestionar entre los expuestos por Walker debido a que suele mirárselo como un tema de religiones más o religiones menos: el aborto. Para algunos, la frontera del derecho acaba o empieza en el derecho sobre el propio cuerpo de la mujer y desde ahí se infiere su derecho de interrumpir el embarazo, pero para otros no hay un solo ser, sino dos. Aquí no hay ciencia que sirva para determinar si es correcto o no pensar en que hay un segundo ser porque se trata de una definición que se toma políticamente (y, en este sentido, cada sociedad hace su propia reflexión al respecto). Pero además, no lo hay precisamente por lo que plantea la crítica 2; a saber, una vez que aceptamos que el contrato social no es sólo entre individuos autónomos, la consideración de los individuos no autónomos o dependientes es materia de debate público. De modo tal que no sólo los derechos de los individuos autónomos sino sus consecuencias sobre los que no lo son pasan a ser parte de “lo político”. Nótese que esto no es un argumento religioso. Es más, si tomamos en serio la crítica sobre la distinción entre lo público y privado (crítica 1); tampoco quedaría claro si esa frontera se ha movido y hasta dónde. Y, por ende, la premisa del derecho sobre el propio cuerpo como piedra fundante del argumentar ético-político queda bajo escrutinio y debate. Para ponerlo en otro contexto que quizás sea más ilustrativo del problema que se abre al correctamente cuestionar la distinción entre lo público y lo privado reflexionemos sobre lo siguiente: ¿tengo derecho a cortarme un brazo si eso puede afectar el bienestar de mis hijas o hijos? [lo dejo para la reflexión personal de cada lector]

En suma, como acostumbran a expresar los estudiosos de la lógica “~p no implica q”. Es decir, las falencias de un corpus teórico cuyos cimientos son ya centenarios (léase, el liberalismo político) para dar cuenta de problemas políticos contingentes, no convierte al conjunto de problemas políticos nuevos en partes coherentes de un mismo todo argumental. Las políticas públicas propuestas por Walker no cabe duda que forman parte de un movimiento (un movimiento, por lo demás, cuyas victorias recién están empezando y las más sentidas están por venir), pero siguen siendo un conjunto de iniciativas en búsqueda de una filosofía política.

Lo único que creo que sí podemos decir a firme es que en el siglo XX se construyeron los cimientos definitivos para estas demandas. El aumento del capital humano y la urbanización sacaron a niñas y niños de las casas y fábricas y los lanzaron a las escuelas, al tiempo que incentivaron la incorporación de la mujer al mundo laboral. Esa incorporación ha sido bajo condiciones adversas. Muy adversas. Pero como consecuencia esperable de su extensión, las mujeres han ganado espacios y poder político. Es normal que ello obligue a redefinir los acuerdos sociales y que lo que se daba por sabido ahora sea debatido. El machismo está en retirada, pero lo que viene se está escribiendo. Es de esperar que sea este siglo en el cual ese nuevo acuerdo social se consolide no sólo en políticas públicas concretas sino también en un corpus teórico político que nos vincule.