«la producción industrial moderna eleva el nivel medio sin atenuar la desigualdad de las clases y, en definitiva, solo palía el malestar social por casualidad» (G.Bataille)
¿ Nos interesa vivir juntos como iguales?
1: No resulta fácil hablar sobre términos como mérito, meritocracia, igualdad/desigualdad, equidad o justicia social. Uno se enfrenta aquí a una gruesa capa de estereotipos, consignas y formulaciones que, desde los medios de comunicación, las elites de poder, los mundos de vida, el ethos predominante, se repiten de manera constante. Es el reino de la facticidad. Lo dado, que por el solo hecho de existir como tal, cree tener ya conseguida su legitimación y justificación; es decir, cree no necesitarla porque, en verdad, “así son las cosas”, así funcionan las instituciones, así se reparten los bienes, los derechos, las libertades, los poderes o la estima social. La ideología neoliberal del proceso de globalización modernizante y capitalista, se ha convertido en el nuevo sentido común diseminado entre distintos sectores y clases. Se ha convertido por ahora en ideología y ethos hegemónico. Entre otras cosas, porque se cree que no hay ya alternativas a este presente continuo e ineluctable.
2: Si ello es así, y lo hemos aprendido en la propia realidad cotidiana, la tarea de cada cual es ponerse a salvo (de la falta de trabajo, de reconocimiento social, de salud, de educación, etc.) como se pueda. Cada uno tiene que enfrentar lo que el destino le depara. Es el resultado de la disolución “programada” del lazo social, de la comunidad. De la solidaridad intersubjetiva. La interiorización de la ideología mercadista lleva justamente a la sobrevaloración del esfuerzo, el mérito, la propia inteligencia, la astucia y habilidad, el saber competir como formas de justificación de los resultados de la acción y la decisión. Lo importante es el cálculo costo-beneficio invadiendo todos los planos del vivir. Desguarnecidos como animales sociales, des-comunizados, no queda más que entrar a batallar cada día, contra sí mismo, contra los otros si es preciso, para seguir existiendo, para seguir vivo. Pero eso, no ha sido obra de la naturaleza humana, ni de la casualidad o el azar, aunque a veces lo parezca.
3: Si se mira hacia nuestra América, a pesar de su heterogeneidad, subsiste un rasgo transversal y permanente de nuestras relaciones sociales: las desigualdades. La desigualdad es un rasgo distintivo de nuestras estructuras institucionales, de la vida social, cultural y política desde su origen histórico, provocando que las mayorías en nuestras poblaciones hayan debido vivir, bajo esa desigualdad, en condiciones deficitarias en lo que concierne a su acceso a recursos materiales y medios de subsistencia, así como también en lo referido a capacidades, libertades, derechos, estima social. Lo que se manifiesta es la incapacidad del proyecto de modernización neoliberalista para contrarrestar el dato central de nuestra convivencia: la(s) injusticia(s). Una injusticia bifronte. Afecta tanto a la distribución de recursos y medios de vida, como a la consideración, aprecio y reconocimiento de cada uno y de su faceta grupal-colectiva en cuanto a sus formas de ver y vivir en el mundo. Es por esto mismo que las políticas públicas y sociales aplicadas no pueden tener buen resultado.
4: No podemos decir nada concluyente al respecto. Sí quizá, que la historia social del país, tanto la del pasado cercano, como la del pasado anterior, parece manifestar distintos signos de negación del otro, de su dignidad, palabra y derechos, sea en lo material como en lo simbólico. Podemos leer el proceso histórico de la búsqueda de modernización como uno atravesado por un rasgo reiterado, pero pocas veces realzado: la presencia de una larga disputa por el reconocimiento.
5: Está claro -y los datos lo confirman-que se requiere nos encaminemos hacia una sociedad justa y más igualitaria. ¿Qué rol pueda jugar en ello el mérito y la meritocracia? No lo sabemos. En todo caso, un rol subordinado. No serán suficientes reformas de política. El logro de una sociedad justa está ligado, también, a la construcción de un ethos de justicia que incorpore la estructura motivacional cotidiana de los ciudadanos. Un ethos de nuevo tipo tendrá que platearse la pregunta que encabeza estos comentarios: ¿nos interesa vivir juntos como iguales? Por todo lo anterior, el texto del colega J. Atria, resulta importante, motivador, bien fundamentado y llega a tiempo.